martes, 11 de enero de 2011

The Showmatch no debe go on

Ujfalusi. Un jugador de esperiensssciaa. Un distinto (yo). Un genio más este Ujfalusi. Resulta que agarra a tu madre santa, la tira del balcón, así como si nada (se escucha un tema que dice así también, de fondo, es música marciana de antesala), la revolea mientras caen, y esos dos pisos que los separan del piso ahora son veinte, ahora mil, ahora... piso. Y llegan. ¡Piso! Cadáveres más, cadáveres menos, los muchachos se entretienen. Los recolectores de players limpian y juegan (pero no a la pelota). También escuchan Satriani, y música cósmica perdida en Gran Bourg, cuyos autores eran Los Papanatas del Suceso Flashero. Bailotean. Se revuelcan en charcos de talento y sangre. Y allí nace una danza. Danzan con el trasero primero, luego, veo, se tocan las palmas de las manos, chocándolas solo una vez, y ahí llega el momento en que se las cortan unos a otros. ¡A no asustarse! Después crecerán, son así estos seres archirequete raros, con cara de torta frita y dos "huevos" como ojos (así los vemos nosotros, ¿que dirían los cuánticos?). Cánticos. Cánticos, digo, se escuchan del otro lado del continente. Para cambiar de tema nada mejor que hablar de los monos esfinge de Corea del Centro, esos sí que danzan. Y cantan, se sienten en una cancha de fútbol, sin embargo viven (si se puede decir así) en "canchitas" de Judo, o en apartamentos de solteros (con soltero incluído). Sus extrañas telarañas alarman y asombran a más de uno, con su barba con brazos cosen, con hilos y cadenas, estandartes para cantar por ellos, y para su genuino goce. Además, cuando emiten chirridos hay que cuidar a la población, porque se puede producir su aumento de tamaño y posterior estampida bestial por las calles. Llegaron a Alaska también, y el temor puede ser mundial. De hecho, ¡arhg!, tomá, tomá, jaja ahí tenés. Igual era un cascarudo eso.

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